Los mercenarios del tiempo by Ángel Torres Quesada «A. Thorkent»

Los mercenarios del tiempo by Ángel Torres Quesada «A. Thorkent»

autor:Ángel Torres Quesada «A. Thorkent»
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1980-05-31T22:00:00+00:00


CAPITULO VI

Mi estancia en el Santuario estuvo bien aprovechada. Aunque el recinto era demasiado grande para conocerlo todo en pocas horas, con la ayuda de Victoria como guía me hice una idea profunda de la forma de vivir de la élite.

Saqué dos conclusiones. Vivir allí era una constante orgía. Sus habitantes disponían de todo en abundancia, incluso se esforzaban en derrochar, como si en ello encontrasen un placer infinito.

La segunda conclusión fue que mi mente no estaba preparada para una estancia larga en lugar semejante, integrado en una sociedad tan cretina y vacía.

Los habitantes del Santuario que visité —había al menos veinte o treinta desperdigados por la árida Tierra— vivían una existencia frenética, excitante. Entre ellos organizaban juegos mortales, siempre buscando una motivación en sus huecas existencias. Los heridos eran reparados y los muertos, incinerados. Y la vida continuaba allí.

La sede local del gobierno terrestre sólo pudimos verla desde el exterior. Entrar en ella no era fácil para la mayoría de los ciudadanos del Santuario. Victoria me explicó que los verdaderamente peligrosos eran los dirigentes. Vivían exclusivamente para gozar con el dominio que ejercían sobre los planetas colonizados, a los que odiaban a causa de una razón que sólo cabía encontrar explicación dentro del campo de la paranoia.

Pasamos la noche en un hotel para transeúntes. Allí olvidé por unos momentos el desconcertante mundo del futuro.

Antes de quedarme dormido, con Vic entre mis brazos, me hice preguntas. ¿Por qué el mundo que yo había conocido, y al que seguía considerando el mío propio, el de mi tiempo, había cambiado tan cruelmente? Pensé que se podían haber encontrado fórmulas más humanas que hubiesen evitado la situación.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano, desayunamos y volvimos a los cuarteles subterráneos.

Por el camino de regreso, dije a Vic que era el momento de explicármelo todo. Había visto y comprendido lo suficiente para ofrecer mi ayuda. La Tierra actual no merecía que muchos planetas fuesen explotados. Además, recordaba las palabras de Pablo, sobre la represión sufrida por una ciudad en un lejano mundo.

La mujer parecía contenta con mis palabras.

—Kofer, mi planeta de origen, es el máximo exportador de materias primas a la Tierra, por ser el más rico —dijo Vic—. Hemos pensado destruir el Punto allí instalado. Pero el problema es la guarnición que lo defiende.

—¿Qué tal está la resistencia en Kofer?

—Muy bien organizada. Contamos con armas, pero no con armaduras.

La comprendí. Un hombre sin armadura, alcanzado con una de las terroríficas armas es nada. En cambio, con la armadura, puede reírse de semejantes disparos. El traje puede absorber la energía, sin que su ocupante sufra absolutamente.

—Entonces no hay nada que hacer —dije con pesimismo.

—Para eso contamos con un plan.

—Es el que quiero conocer.

—Yo voy destinada mañana a Kofer. He conseguido que me manden allí. Lo organizaremos todo para que te puedas reunir con la resistencia en unos días, Abe.

—No entiendo nada.

—Es sencillo. En la Tierra existen varios cuarteles, con reservas de tropas, siempre dispuestas a marchar en cuestión de minutos a cualquier planeta apenas se reciben indicios de conflicto.



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